En los últimos años, la inteligencia artificial ha dejado de ser un concepto propio de la ciencia ficción para infiltrarse, de manera casi invisible pero definitiva, en cada rincón de nuestra cotidianidad.
No solo escribe correos, recomienda canciones o traduce idiomas: también consume recursos naturales a un ritmo alarmante, compite con humanos en el ámbito laboral y recibe reconocimientos que alguna vez fueron exclusivamente humanos. Y lo más inquietante es que la mayoría de nosotros apenas se ha dado cuenta.
1. La inteligencia artificial tiene sed… y mucha
Cada vez que usas una IA generativa como ChatGPT o Midjourney, hay algo más que electricidad involucrada: también hay agua. Mucha agua. Los centros de datos que alimentan estos modelos requieren refrigeración constante para evitar el sobrecalentamiento, lo que conlleva el uso intensivo de agua para enfriar los servidores.
Un estudio de la Universidad de Cornell estima que entrenar modelos de lenguaje de gran escala (como GPT-3) puede consumir hasta 700.000 litros de agua dulce, dependiendo de la región y de las prácticas de enfriamiento del centro de datos. Además, señala que incluso una sola interacción con una IA generativa puede involucrar el uso de varios centilitros de agua, especialmente cuando se realiza en tiempo real.
Los autores concluyen que una sola ejecución de entrenamiento de GPT-3 en Estados Unidos podría haber consumido aproximadamente 5 millones de litros de agua, lo cual equivale al consumo de agua de una pequeña comunidad (alrededor de 500 personas) durante un mes.
Este fenómeno ha encendido las alarmas entre ambientalistas, ya que a medida que las IA se vuelven más populares, su impacto en los recursos hídricos podría volverse insostenible. Irónicamente, cuanto más «virtual» parece esta tecnología, más tangible es su huella ecológica.
2. La energía oculta tras cada respuesta
Junto con el agua, el consumo eléctrico es otra cara oscura del auge de la IA. Los modelos como GPT-4 o los sistemas de visión por computadora utilizados por Tesla y otras compañías tecnológicas requieren cantidades descomunales de energía para entrenarse y funcionar. Según datos de OpenAI y la Universidad de Massachusetts, entrenar un solo modelo de IA puede producir tantas emisiones de CO₂ como cinco automóviles durante toda su vida útil.
Este impacto energético es tan elevado que ha obligado a gigantes tecnológicos como Google, Amazon y Microsoft a invertir en fuentes renovables y en infraestructuras más eficientes, aunque el equilibrio aún está lejos de alcanzarse.
3. Un Nobel para una máquina… y sus creadores
En 2021, el modelo AlphaFold de DeepMind (filial de Google) logró algo que muchos científicos habían perseguido durante décadas: predecir con alta precisión la estructura tridimensional de las proteínas a partir de su secuencia genética.
Este hito fue tan revolucionario que sus creadores recibieron el Premio Breakthrough en Ciencias de la Vida, considerado la antesala del Nobel, y que algunos expertos ya proponen que se le otorgue al propio sistema o a sus desarrolladores.
Este reconocimiento marca un punto de inflexión histórico: por primera vez, se está considerando a una inteligencia artificial como agente principal en un descubrimiento científico de clase mundial.
4. Las profesiones que la IA está dejando atrás
Desde contadores hasta redactores, pasando por diseñadores gráficos y traductores, la IA está poniendo en jaque múltiples oficios tradicionales. Informes recientes de McKinsey y el World Economic Forum advierten que cerca del 40% de las tareas humanas actuales podrían automatizarse total o parcialmente en los próximos años. Y esto no se limita a trabajos mecánicos: incluso decisiones jurídicas, diagnósticos médicos y procesos creativos están siendo absorbidos por sistemas algorítmicos.
Lo paradójico es que, mientras algunas tareas desaparecen, otras (como la supervisión ética de IA, el prompt engineering o el diseño de interfaces de conversación) están aflorando como nuevas profesiones del futuro.
5. Llevamos una IA en el bolsillo… y ni lo notamos
Si tienes un smartphone, ya estás interactuando con múltiples modelos de inteligencia artificial todos los días: desde el algoritmo que te recomienda reels en Instagram, hasta el que filtra tu bandeja de entrada o corrige tu ortografía al escribir un mensaje. Empresas como Meta, Google, X (antes Twitter) y Apple han integrado estos sistemas en sus plataformas, creando un ecosistema invisible que predice tus deseos, refuerza tus hábitos y optimiza tus decisiones sin que te des cuenta.
Aunque estas IA parecen inofensivas, su presencia masiva plantea cuestiones éticas profundas sobre privacidad, manipulación conductual y el libre albedrío digital.
La inteligencia artificial es mucho más que una herramienta futurista: es un agente de cambio silencioso que ya está reconfigurando la forma en que vivimos, trabajamos y entendemos el mundo. Tal vez no seamos plenamente conscientes de su influencia, pero lo cierto es que estamos inmersos en una era en la que lo artificial ha comenzado a redibujar lo humano. Y lo está haciendo con más agua, energía y poder del que jamás imaginamos.
National Geographic News. S. P. Traducido al español