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Geoffrey Hinton, ‘padrino’ de la IA, sobre sus consecuencias: «Va a generar un desempleo masivo y un enorme aumento de las ganancias»

La revolución digital traerá desempleo masivo y una concentración obscena de riqueza. ¿Estamos preparados para convivir con inteligencias más brillantes que nosotros mismos?

Geoffrey Hinton (Premio Nobel de Física y uno de los arquitectos fundamentales del cerebro artificial) sostiene que la IA, esa criatura que ayudó a dar forma, está a punto de desbordar los marcos que la contenían.

Hinton no habla desde la paranoia, sino desde la lucidez. Después de décadas enseñando en la Universidad de Toronto y tras vender su startup a Google por millones, su retiro se mezcla con una urgencia moral. La misma tecnología que él ayudó a gestar se está convirtiendo, según advierte, en una fuerza imparable capaz de alterar la economía mundial, devastar el empleo y exacerbar las desigualdades

Una de las predicciones más sombrías de Hinton es que la IA reemplazará a una vasta cantidad de trabajadores, y lo hará sin que existan políticas robustas para absorber el choque social. De hecho, un estudio publicado por PwCestima que hasta un 30% de los empleos podrían automatizarse en las principales economías para 2030

Aún más concreto es el análisis de MIT and Boston University, que ya mostraba cómo cada robot incorporado en la industria estadounidense eliminaba aproximadamente 3,3 empleos humanos.

Hinton, lejos de ser tecnófobo, considera la IA como “extremadamente útil”, incluso divertida: la usa para arreglar su secadora y hasta mediar en disputas sentimentales. Sin embargo, al hablar de su verdadero temor, no titubea: el desempleo no solo será masivo, será estructural. No será un bache, sino una transformación del modelo laboral. Y con él, la dignidad misma del ser humano quedará comprometida.

¿Renta básica universal?

Ante esta avalancha de automatización, algunos proponen el ingreso básico universal como solución de emergencia. Pero Hinton lo descarta como un parche emocional: “No resuelve el sentido de propósito, el valor de sentirse útil. No se trata solo de dinero”. Porque perder el trabajo no es simplemente perder ingresos: es perder parte de uno mismo.

Hinton, así, se distancia de los discursos triunfalistas de Silicon Valley. Para él, hablar de un futuro donde la IA resuelva el hambre o las enfermedades es tan seductor como incompleto. “Lo que es más probable es que las empresas usen estas herramientas para enriquecerse más rápido, no para mejorar el mundo.” Y si los gobiernos no intervienen, el resultado será una sociedad aún más polarizada, donde la tecnología sirva a los intereses de unos pocos.

Thank you for watching

En esta línea, el reciente informe de McKinsey & Company detalla que cerca del 12% de la fuerza laboral global deberá cambiar de ocupación en la próxima década debido al avance de la IA generativa. Es decir, decenas de millones de personas se enfrentan a un futuro incierto, obligadas a reentrenarse (si tienen esa posibilidad) o a caer en la marginación económica.

Y mientras algunos científicos como Yann LeCun, ahora en Meta, minimizan la amenaza, Hinton mantiene su advertencia: lo peligroso no es solo lo que la IA puede hacer, sino quién decide cómo se utiliza. No es casualidad que sus temores coincidan con los intereses de gigantes como OpenAI, Microsoft y Amazon, empresas que concentran talento, infraestructura y, cada vez más, poder político.

El tributo prometeico

Toda gran conquista humana ha tenido un precio, y pocas veces lo hemos pagado de antemano con tanta incertidumbre como ahora. Al igual que el fuego robado por Prometeo, la inteligencia artificial ilumina y quema a la vez. Nos promete avances insólitos, pero exige también una ofrenda: la necesidad de repensar qué significa ser humanos en un mundo donde nuestra inteligencia ya no es el techo de la creación, sino apenas un peldaño más.

La cuestión decisiva no es técnica, sino ética. ¿Cómo se traduce la empatía en líneas de código? ¿Cómo se enseña a un algoritmo a cuidar, cuando su naturaleza es calcular? La dificultad estriba en que no basta con regular la potencia de las máquinas, hay que reconfigurar los valores de quienes las diseñan y las gobiernan. No es un reto de hardware ni de software, sino de civilización.

El tributo prometeico no será solo asumir riesgos tecnológicos, sino enfrentarnos a nuestras propias limitaciones morales. Lo que venga no se parecerá a nada de lo anterior porque lo que está en juego no es un invento más, sino la relación entre lo humano y lo que puede superarlo

National Geographic News. S.P. Traducido al español

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