Imagínate lo siguiente: estás en una videollamada y todo va bien. De repente, la conexión falla. La pantalla se congela, las voces se distorsionan y, en cuestión de segundos, la llamada se corta.
Revisas tu conexión a Internet y todo parece normal. ¿Qué ha pasado?
Podría haber sido víctima de un ataque de denegación de servicio distribuido (DDoS) de corta duración, también conocido como microráfaga. Estas inundaciones de tráfico breves pero intensas son cada vez más populares entre los atacantes y están desafiando los enfoques tradicionales de defensa contra DDoS.
Para entender mejor el problema, veamos cómo funcionaban los ataques DDoS . Históricamente, los ataques DDoS eran ataques largos y abrumadores. Los atacantes bombardeaban una red con volúmenes masivos de tráfico durante horas o incluso días, con el objetivo de agotar por completo los recursos de la red. Los defensores tenían tiempo (a menudo mucho tiempo) para identificar la amenaza, implementar contramedidas y contraatacar.
Esta era la época de la regla 1-10-60: 1 minuto para detectar, 10 minutos para investigar y 60 minutos para remediar. El enfoque no era ideal, pero al menos había un proceso de respuesta estructurado.
En la actualidad, los atacantes DDoS han evolucionado sus métodos. En lugar de asedios prolongados, optan por tácticas de ataque relámpago. Es como si alguien llamara a tu puerta y saliera corriendo una y otra vez. Cada interrupción es breve, pero muy eficaz para causar frustración.
Los ataques micro-DDoS funcionan de manera similar. Son breves oleadas de tráfico que duran entre uno y cinco minutos, saturan los dispositivos de mitigación en línea y desaparecen antes de que las defensas convencionales puedan responder.
Tal vez te preguntes si interrupciones tan breves realmente causan daños importantes. La respuesta es sí.
Si bien una perturbación de cinco minutos puede parecer menor, estas ráfagas aún pueden interrumpir servicios críticos. Por ejemplo, un microataque de dos minutos dirigido a un servicio de VoIP o comunicaciones como Zoom o Teams puede sobrecargar un firewall y provocar que se corten las llamadas. Esto es frustrante para los usuarios finales. Para empeorar las cosas, estos ataques suelen terminar tan rápido que muchas defensas DDoS convencionales ni siquiera los detectan, lo que hace que las empresas se pregunten por qué sus servicios siguen fallando.
Aquí es donde la velocidad de respuesta se vuelve crítica. Para estos ataques rápidos y transitorios, la detección y mitigación deben ocurrir rápidamente, idealmente en 30 segundos. El enfoque tradicional, donde un tiempo de respuesta de 10 a 15 minutos se consideraba “suficiente”, ya no es viable. No actuar rápidamente es como buscar un paraguas después de que la lluvia ya ha parado, demasiado tarde para hacer alguna diferencia.
Afortunadamente, la industria se está adaptando. Las soluciones avanzadas de mitigación de DDoS ahora se centran en reducir los tiempos de respuesta al mínimo. A menudo pueden neutralizar las amenazas en cuestión de segundos. Sin embargo, esto no es solo un desafío técnico. También se trata de infundir confianza. Los proveedores de servicios deben demostrar que pueden manejar incluso los ataques más breves de manera efectiva o corren el riesgo de que sus clientes los consideren ineficaces.
Por lo tanto, la próxima vez que experimente una interrupción repentina del servicio, es posible que no se trate de un problema técnico aleatorio, sino de un caso de “caos de cinco minutos”, en el que los defensores compiten contra el reloj para neutralizar un sofisticado ataque DDoS.
Y en esta competición, cada segundo cuenta.
NOKIA Blog. J. M. Traducido al español