La educación de los usuarios, el establecimiento de una gobernanza dedicada y la atención sostenida a las implicaciones éticas de la IA son los pilares de una integración exitosa.
La llegada de la inteligencia artificial (IA) marca un punto de inflexión decisivo en el panorama tecnológico global. Su capacidad para comprender, analizar y actuar sobre volúmenes colosales de datos lo posiciona como un vector de transformación que afecta a todos los sectores de actividad. Ahora ya no se trata de si la IA tendrá algún impacto, sino de cómo prepararnos para su inevitable integración en nuestros sistemas socioeconómicos.
En este contexto de casi un auge de la IA, es crucial discernir su uso como herramienta (históricamente explotada por su agudeza analítica y predictiva) de su forma contemporánea y más revolucionaria: la IA generativa.
Al igual que modelos como ChatGPT , la IA generativa trasciende la detección para asumir un papel creativo, capaz de generar respuestas específicas, textos fluidos, documentación relevante, y todo esto, con una facilidad que bebe de la delicadeza humana.
Esta ampliación de capacidades promete beneficios sustanciales para cualquier función. A través de la IA, cualquier equipo puede optimizar su capacidad de respuesta y eficiencia al automatizar las respuestas a solicitudes frecuentes, generar documentos y códigos, y al mismo tiempo reservar tiempo para tareas de mayor valor agregado.
Generalizar la gobernanza de la IA
La democratización de la IA también abre la puerta a la creación de nuevos roles dentro de las empresas, como el del experto puntual, comparable al analista de datos de ayer. Ya no se trata de saber si cada empresa contratará un perfil así, sino ¿cuándo y cómo integrar estas habilidades en el corazón de sus operaciones?
La IA generativa, sin embargo, sólo se basa en lo que ha aprendido. Esto requiere el establecimiento de centros de excelencia, dedicados a maximizar el uso de licencias de IA, garantizando al mismo tiempo la integridad y seguridad de la información procesada. Estos centros tendrán que orquestar la gobernanza de la IA, supervisando la auditoría de los datos, su clasificación y los métodos para ponerlos a disposición de la IA.
Comprender y regular en la empresa
Dentro de la empresa, comprender los mecanismos subyacentes de la IA se está convirtiendo en una necesidad. Es fundamental poder reconocer los contenidos generados por la IA, en particular para contrarrestar los riesgos relacionados con los deepfakes (montajes de vídeo o de audio producidos por la IA, documentos contractuales falsos) o cualquier forma de desinformación automatizada.
En este sentido, se espera un marco legal y los debates sobre el tema son tan intensos como complejos.
La regulación del uso de la IA requiere una carta ética interna, que defina claramente lo que se puede compartir o no, así como las prácticas admisibles. La responsabilidad humana en el proceso de generación y uso de la IA sigue siendo esencial. En el ámbito profesional, la IA es y debe seguir siendo una herramienta al servicio de los humanos, no su reemplazo.
A nivel social y político, estamos observando una multitud de propuestas y reflexiones sobre posibles regulaciones legales, particularmente dentro de la Unión Europea, destinadas a regular el uso de la IA. Estas legislaciones tendrán un impacto decisivo en la operacionalización de la IA en las prácticas profesionales. Pero sin demora, las empresas se beneficiarán al marcar su uso de la IA, porque ya están expuestas a ella a diario.
La inteligencia artificial especializada por sectores se está convirtiendo en una realidad ineludible. Su integración debe estar guiada por un enfoque estratégico y ético, garantizando no sólo un aumento de la eficiencia y la competitividad, sino también la preservación de los valores fundamentales de nuestra sociedad.
La educación de los usuarios, el establecimiento de una gobernanza dedicada y la atención sostenida a las implicaciones éticas de la IA son los pilares de una integración exitosa. Es hora de preparar el terreno para acoger a este empleado con mayores capacidades, preservando lo que nos hace intrínsecamente seres humanos. Jeff Angama y Renaud Sloover